El pueblo kirguís es uno de los más antiguos que habitan la región de Asia Central. Durante milenios, los kirguises han compartido el estilo de vida nómada y errante típico de las naciones que han existido en esa zona del mundo; el pastoreo, especialmente del caballo, y las constantes luchas por el control del territorio eran unas de las características más importantes de la vida cotidiana de estas gentes.
En un entorno marcado por la movilidad constante y la pugna por la subsistencia, la falta de una cultura escrita era suplida por una extensa y rica expresión oral, básica para mantener unas tradiciones y costumbres que debían ser asimiladas para la propia supervivencia del grupo.

Es en este contexto donde se desarrollan las épicas orales, de las que las pertenecientes al pueblo kirguís son muestras extraordinarias de la capacidad humana para expresar conocimientos tradicionales, conservar técnicas de subsistencia y narrar episodios del pasado a través de cientos de años, utilizando únicamente la voz de unos bardos especializados.
LA ÉPICA
El caso de “Manas” es uno de los más espectaculares en este mundo de narraciones épicas en Asia Central. Conocida desde finales del s. XV, cuando es citada en el tratado Majmud at-Tavarij (“Colección de historias”) del erudito persa Saif ad-Din, la épica ha sido una constante referencia para todo el pueblo kirguís.
La épica, tal y como ha sido recogida tradicionalmente, se compone de tres partes bien diferenciadas, que lleva cada una el nombre del protagonista de sus episodios; por un lado, el grupo de cantos más importantes es el conocido como “Manas”, que narra la vida de un héroe guerrero, nacido entre señales de grandeza y que es capaz de vencer todas las resistencias para unir al pueblo kirguís para enfrentarse exitosamente con sus enemigos. La segunda parte, llamada “Semetei”, cuenta las experiencias del hijo de Manas, ya fallecido y cómo pugna por mantener unido a su pueblo; finalmente, “Seitek” es el hijo de Semetei y nieto de Manas. Dentro de cada una de las partes hay episodios concretos en los que se narran episodios de luchas entre pueblos de la región, celebraciones tradicionales y costumbres típicas de los pueblos de las estepas centroasiáticas, entre otras muchas situaciones.
ESTUDIOS CIENTÍFICOS
La llegada de los colonos zaristas a la región centroasiática impulsó el estudio científico de la narración, que comenzó a ser registrada, tanto en archivos sonoros como por escrito, a finales del s. XIX. Desde entonces, han sido muchos los estudios que se han centrado en los diferentes aspectos de la épica, especialmente por científicos rusos y soviéticos. Etnólogos, antropólogos, lingüistas y otros estudiosos han tratado de dilucidar, por ejemplo, si los episodios narrados corresponden a momentos históricos reales vividos por el pueblo kirguís o son meras fantasías inventadas; en este sentido, tres han sido las hipótesis principales que se han mantenido a lo largo de los años: por un lado, que la narración refleje las luchas que mantuvieron el pueblo kirguís contra el kanato uygur por el control de la región en torno al s. VIII; otra opción situaría los acontecimientos algo más tarde, en los siglos IX al XI, en el enfrentamiento entre los kirguises y los kidanes y kara-kitais. Finalmente, otros estudiosos han encontrado similitudes entre los episodios narrados y el momento histórico correspondiente al s. XVII.
De cualquier manera, lo que es indiscutible es que la épica contiene multitud de elementos de la cultura tradicional kirguís, conservados de generación en generación a través de las narraciones y que, como cualquier expresión cultural de este tipo, los cambios introducidos por los narradores, en continua interacción con el público, hacen imposible que exista una versión unificada de la épica.

VERSIONES
Es evidente, por tanto, que existen tantas versiones como narradores. Desde que se comenzaron a registrar las narraciones, existen algo más de 60 de ellas, conservadas en la Biblioteca Nacional de Kirguistán; de ellas, hay varias versiones clásicas, como la de mediados de los años veinte de Sagymbai Orozbakov, que cuenta con una longitud total de 180.378 versos. Otra importante es la de Sayakbai Karalaev, de los años treinta, que acumula 84.830 versos sólo de la primera parte de la épica, y un total de más de 500.000 líneas en conjunto; algo más modernas son las de Shapak Irismendiev, Togolok Moldo o Bagysh Sazanov.
Tanto la extensión de la épica como partes de su contenido varían de unos registros a otros según el narrador del que se trate, aportando así una riqueza suplementaria a la que ya de por sí contiene la propia narración. Este hecho es el resultado de los diferentes añadidos que cada narrador ha podido ir haciendo, incorporando elementos culturales contemporáneos, o modificando superficialmente episodios según los gustos y peticiones de la audiencia, que tradicionalmente se ha comportado como un actor más en el proceso de la narración. Es por esto, por la popularidad de la épica, y por su herramienta como elemento socializador, por lo que los narradores han sido siempre unas figuras populares en la cultura del pueblo kirguís.
NARRADORES
Estos auténticos bardos populares son conocidos como manaschi, o “recitadores de Manas” y, según la tradición, acceden a su tarea tras haber tenido alguna experiencia mística relacionada con el protagonista de la épica, que les conmina a que canten su historia. En Kirguistán aún hoy en día son personajes populares y algunos han accedido al papel de auténticas leyendas; este es el caso de Toktogul o Nooruz, que habrían vivido en torno a los siglos XVI y XVII, o, en épocas más modernas, Sagymbai Orozbakov o Sayakbai Karalaev, considerados dos de los mejores manaschi de todos los tiempos y maestros de otros muchos narradores.
No obstante, a pesar de la rica variedad de versiones y el hecho mismo de que la épica sea un elemento cultural vivo y cambiante, el núcleo de la misma y la existencia de unos episodios comunes hacen que sea posible una estructuración general y que pueda presentarse en su forma escrita para el conocimiento del público.
Esta tarea, a pesar de su dificultad, resulta fundamental para dar a conocer culturas y formas de vida muy ajenas a la nuestra y que, inmersas en los procesos globalizadores contemporáneos corren el riesgo de desaparecer para siempre. Sin embargo, las posibilidades actuales también nos ofrecen la opción de actuar para extender su conocimiento y colaborar en la preservación de unas manifestaciones culturales que forman parte del acervo cultural de toda la humanidad, tal y como ha reconocido la UNESCO, que ya en 1995 y mediante su resolución 27 C/13.22, designó aquel año como el de la conmemoración de los 1.000 años de existencia de la épica, así como el reconocimiento del arte de los narradores épicos kirguises, que en 2003 fue proclamado Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.
