Ricardo Pla Cordero. Lector AECID en Tashkent, Uzbekistán.
La Universidad de Economía Mundial y Diplomacia fue fundada en 1992 a partir de la Universidad del Partido, tras la Independencia de Uzbekistán como República de la antigua Unión Soviética. Pertenece directamente a su Ministerio de Asuntos Exteriores, y es el centro en el que se forma el cuerpo diplomático uzbeco, un equivalente de la Escuela Diplomática en España.
Llego como Lector AECID a su Departamento de Lenguas Germano-Románicas, en el que existe una Sección de Español. Es una mañana de septiembre, y me recibe, con un apretón de manos, Ziyodulló Jonikulov, profesor de dicha sección junto con la profesora Nargiza Sherbaeva. “Ah, profesor Ricardo [Pla] Cordero, ¡lo esperábamos desde Ruy González de Clavijo!” Mi sorpresa me delata, “¿No lo conoce usted?, continúa Ziyodulló, también sorprendido, Embajador del rey Enrique III de Castilla en la corte de Amir Temur, que ustedes llaman `El Gran Tamerlán´, ¿no ha oído usted hablar de él?” Entonces me siento en un aprieto, y todo un ignorante, así que elijo una salida modesta ante el halago: “Bueno, yo no soy embajador, soy sólo profesor”. Ziyodulló responde con una sonrisa complaciente, y un nuevo apretón de manos, “pero es usted el `portador de la lengua´ española, de toda una cultura, y los estudiantes le esperan… siempre me dicen `Ziyodulló, ¿cuándo llega el portador de la lengua? ¡Necesitamos un portador de la lengua!´”.

Sin embargo, hay que decir que, gracias al trabajo de Nargiza y Ziyodulló, el nivel del alumnado en cuanto al castellano es ya excelente, lo que abre la posibilidad a talleres más comunicativos, que es lo que esperan de mí. En las clases, durante las presentaciones y las preguntas cruzadas que hacemos para ir conociéndonos mejor, vuelve a aflorar Ruy González de Clavijo. Imagino que, en una universidad donde se estudia diplomacia, la existencia de un diplomático avant la lettre que visitó estas tierras hace siglos permite una complicidad con el nuevo visitante. Su mención se emplea como un elemento de unión entre ambos pueblos, del comienzo en el pasado de unas relaciones intenacionales… En Uzbekistán, además, es un personaje histórico relevante, el único personaje extranjero presente, que yo sepa, en el museo dedicado a Amir Temur. Su obra Embajada a Tamorlán –que no es muy accesible en el país –dejó constancia escrita de la existencia del gran Imperio Timúrida, en el que se buscan los orígenes de la nación uzbeka.
Ruy González de Clavijo es, por lo tanto, un testimonio del comienzo de un imperio en el que, además, la nación uzbeka busca su continuidad. Es un espejo en el que contemplar un pasado glorioso. Así me explico la desilusión ante el hecho de que para un español este personaje no resulte familiar: un espejo que aquí atestigua un pasado nacional es en su lugar de origen bastante desconocido, de lo que se desprende que también el país que reflejó lo es. Esto lo confirma la siguiente pregunta de la clase: “¿Uzbekistán es famosa en España?” “La palabra clave es `Samarcanda´, respondo, cuando les expliqué a mis amistades que venía a trabajar a Uzbekistán, no sabían de qué país se trataba hasta que hablé de Samarcanda”, por otro lado, todo un mito del orientalismo en Europa. De nuevo se produce una desilusión: su nación no es excesivamente conocida en el mundo.
Para aplacar tanto desencanto, y aprovechando para reflexionar también sobre la propia construcción nacional e internacional española, vamos sacando otros estereotipos culturales que distan mucho de reflejar la realidad del Estado español: el flamenco, los toros, la paella, el descubrimiento de América… “La historia de mi país también está llena de personajes importantes que, o son desconocidos en sus lugares de origen, o ni siquiera fueron españoles… por ejemplo, si preguntáis por la calle en cualquier ciudad española `¿De dónde era Cristóbal Colón?´, seguramente una gran mayoría os responderá `¡Español!´”.
Soy consciente de que estas apreciaciones son discutibles y personales, pero al menos sirven para crear un ambiente de mayor complicidad en el aula: ahora somos más iguales de lo que parece, porque sabemos que nuestros países no son sólo esos símbolos culturales más o menos acertados. Además, se incentiva en ambos lados la curiosidad por descubrir más realidades, por mirarse en espejos actuales y vivientes. Nos transformamos mutuamente en portadores/as de espejos.