Xènia Fortea. Periodista.
En 1996 la guerrilla fundamentalista musulmana talibán derrocó al gobierno del entonces Presidente del país, Burhanuddin Rabbani, e implantó la sharía, la legislación religiosa islámica que prohíbe los derechos fundamentales de la población. Durante esta época, las mujeres tenían que vestir con burka cuando se mostraban en público y estaban obligadas a contraer matrimonio con hombres desconocidos y mucho más mayores que ellas, siguiendo los designios de la familia. Tenían prohibido ir a la escuela, trabajar o incluso ir por la calle sin la compañía de un mahram, es decir, de algún hombre de la familia.
Han transcurrido 10 años desde la caída del régimen talibán y, a pesar de los progresos, todavía queda mucho camino por hacer. Según un informe publicado el año 2007 por las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Humano, casi el 88% de las mujeres afganas son analfabetas, la inmensa mayoría dispone de muy pocas posibilidades de independizarse económicamente y el 87% sufre violencia de género. Por este motivo, diversas asociaciones de mujeres luchan, día tras día, para mejorar las duras condiciones en las que viven las afganas, como es el caso de la ONG WAWN (Western Afghan Women’s Network), una asociación afgana que defiende los derechos de las mujeres y los niños, y trabaja para crear vínculos de solidaridad y unidad entre las mujeres del oeste del país y Kabul, la capital afgana. Uno de sus principales objetivos es concienciar a la población, pero sobre todo a los hombres, del importante papel que desarrolla la mujer en la sociedad.
8 de marzo, Día Internacional de la Mujer
“Centenar de personas, hombres y mujeres, participaron en la celebración del Día Internacional de la Mujer que organizamos con la colaboración de diversas organizaciones de mujeres de la sociedad civil y el gobernador de Herat”, explica Hassina Neekzad, directora de WAWN en Herat desde el año 2007 y actual responsable del proyecto Ariana/Acaf. La convocatoria fue todo un éxito, ya que “vino gente de todas partes, no sólo del distrito de Herat, sino también de otras provincias”. A pesar del escaso reconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres en Afganistán, el Día Internacional de la Mujer es una fecha de gran importancia para el conjunto del país y es festejada por todo el mundo.

Los días previos a la celebración, Hassina se reunió con el gobernador de Herat para pedirle su implicación directa en el acto y consiguió su aprobación para que las mujeres quedaran exentas de ir a trabajar ese día y, a la vez, tuvieran más visibilidad en los medios de comunicación. Todos los departamentos gubernamentales, coordinados por el Ministerio de la Mujer, aprovecharon la ocasión para colgar pancartas en las puertas de las organizaciones y conmemorar así esta fecha tan señalada. “Durante cinco días, las fundaciones de mujeres y diversas ONG establecieron puestos en las calles para vender productos. Fue realmente interesante. Nosotras habilitamos una tienda para mujeres quemadas y les repartimos regalos, como telas para coser y champús, y les dimos un plato de sopa para cada una”. Según Hassina, “en todas y cada una de las calles se podían ver pancartas escritas con los derechos fundamentales de las mujeres”. Unos derechos que en muchas ocasiones pasan desapercibidos en Afganistán.
Mujeres autoinmoladas
Muchas mujeres consideran la muerte como la única forma de escapar de la opresión social y la violencia doméstica que sufren en manos de sus maridos y familiares políticos. Unos maltratos diarios que desencadenan una situación de ahogo que las lleva al suicidio. Se estima que cada año centenares de mujeres intentan poner punto final a su vida para acabar con la constante espiral de violencia. Las mujeres afganas sufren en silencio, encerradas en ellas mismas y escondidas en el burka, el vestido que las cubre totalmente de la cabeza hasta los pies, con una pequeña reja a la altura de los ojos que sirve de ventana a un mundo sesgado, que ven parcialmente en pequeños fragmentos cuadrados.
Con tal de erradicar los numerosos casos de autoinmolaciones, la ONG catalana ACAF (la Asociación de Cooperación para Afganistán) puso en marcha el proyecto ARIANA, con el objetivo de mejorar la situación de la mujer afgana después del derrocamiento del régimen talibán. Desde su creación, en el año 2002, esta asociación trabaja principalmente en acciones sanitarias, educativas y de sensibilización, siempre desde la perspectiva de género como eje transversal. El proyecto ARIANA, financiado por la Agencia Catalana de Cooperación al Desarrollo (ACCD), da apoyo psicológico a las mujeres autoinmoladas que sobrevivieron para que recuperen la autoestima, la autosuficiencia y puedan continuar con su vida. Además, la asociación les facilita todo tipo de medios formativos para que superen su situación y, a la vez, ayuden a otras mujeres que se encuentren un el mismo caso.

Existen diversas causas que llevan a las mujeres afganas al suicidio, entre las cuales destaca la violencia, tanto a nivel físico como psicológico, y la falta de derechos humanos. En este sentido, juega un papel muy importante la ignorancia, tanto por parte de la familia como de las propias mujeres, de sus derechos a la hora de recibir educación o una herencia, a divorciarse, elegir marido y la prohibición de salir a la calle o desplazarse sin un acompañante masculino. Además, también influyen las tradiciones arcaicas que obligan a las menores, la mayoría de 14 años, a contraer matrimonio sin contar con su consentimiento.
Según el estudio de campo realizado por ACAF el año 2006, gran parte de las mujeres autoinmoladas (el 73%) tienen entre 15 y 25 años. La gran mayoría (el 91%) ya están casadas desde muy pequeñas y en el 80% de los casos los matrimonios son forzados: la familia política paga grandes sumas de dinero por la futura esposa y, por este motivo, la ven como una posesión. El 50% no tiene ningún tipo de escolarización y en el 82% de los casos han sufrido violencia física y psicológica en el entorno familiar (el 50% por parte de la familia política y el 32% por parte del marido). En el 98% de los casos, las mujeres autoinmoladas han vuelto al mismo entorno conflictivo y tan sólo el 15% mantiene relación con su propia familia. No obstante, es importante remarcar que el 97% muestra interés para realizar actividades posthospitalarias de formación, como por ejemplo, costura, cocina, inglés…
Las consecuencias de la autoinmolación son terribles, ya que los centros sanitarios disponen de pocos recursos para atenderlos, tanto a nivel sanitario como psicológico. Además, muchas sufren el rechazo por parte de su familia y la sociedad. Aunque se ha avanzado mucho desde la caída del régimen talibán, la Presidenta de ACAF, Glòria Company, asegura que aún queda mucho por hacer. “Hoy en día, las profesoras con las que trabajamos están amenazadas y muchas de las chicas que asisten a nuestros talleres lo hacen sin que sus padres lo sepan”. Además, afirma que “se está retrocediendo en la mejora de la situación de la mujer afgana, ya que vuelve a haber un radicalismo islamista y hay mucho miedo. Durante un tiempo y poco a poco se produjeron mejoras, pero ahora las mujeres no pueden trabajar y las niñas no pueden ir a la escuela”.
La hora del cambio
Según Glòria, la transformación tiene que venir de los propios afganos. “Ellos son los tienen que pedir este cambio y siempre a partir de su cultura”, pero con el apoyo del Gobierno y de la Comunidad Internacional. En la misma línea se expresa Hassina, que considera que la sociedad civil puede liderar mejoras. “Los políticos también pueden traer un cambio positivo en la vida de la gente. La población afgana vive sin ser consciente de los derechos humanos, la Constitución y la educación” por eso es necesario que el gobierno actúe con hechos concretos y añade que “las organizaciones internacionales pueden ayudar a los políticos y a la sociedad civil en cualquier área de trabajo. La sociedad mundial ha actuado de forma rápida ayudando al Gobierno y a la sociedad afgana y, por ello, esperamos que no deje de dar su apoyo”.
En 30 años los afganos no han vivido en paz: han perdido miembros de la familia y han dejado atrás una vida pacífica. Durante este período, los afganos se han visto obligados a emigrar, en medio de una situación de caos. Según Hassina, todos estos aspectos han afectado a las comunidades rurales y urbanas de forma negativa, pero se muestra optimista: “Si la guerra puede cambiar el comportamiento de la gente negativamente, la paz también podrá llevar un cambio positivo”.